Pablo Arsuaga

Desde que nacemos comenzamos a construir nuestro imaginario con símbolos, signos y mitos que nos estructuran. En mi caso personal y ciñéndome a las figuras que generan el mundo del deporte, Ocaña y Perurena fueron dos corredores que entraron en mi imaginario con fuerza. Pero lo que es uno no sólo se basa en grandes figuras, hay otras que por menores son más cercanas y tienen también mucha importancia. A Pablo Arsuaga le catalogaría con estos últimos. Ocaña brillaba en la lejanía, llegaba a través de los medios y Pablo, aunque perteneciendo a una generación diferente, arreglaba la bicicleta a mi padre, se hablaba de él en la mesa y lo veía entrenar. Hoy me doy cuenta que en mí queda menos de Luis Ocaña que de Pablo Arsuaga. Su historia en Guipúzcoa es casi legendaria, una larga vida deportiva le puso en contacto con diferentes generaciones y la labor que viene realizando como mecánico ciclista le ha hecho más popular.

Comenzó a correr el año 1955: en esa época nadie tenía coche, salíamos a las 6,30 de la mañana para ir a Mondragón en bicicleta, la carrera tenía 140 Km. y al terminar volvíamos también en bicicleta, llegábamos a casa a las 5 de la tarde.
Al haber destacado este año, en el 56 el equipo Michelín contó con él. Luego vendrían el Jaizkibel, el Fortuna-Sparaplas, el Loatzo y El As de Beasain, equipo este que servía de puente con el Kas.

Pablo se especializó en Cyclo-Cross por una cuestión práctica, trabajando de 10 a 12 horas diarias no tenía tiempo de entrenar lo suficiente para competir en carretera. Sus rivales fueron de primer orden: Talamillo, Urkizar, Barrutia, Arbelaiz, Mitxelena y otros de la misma talla.

Corrió durante 12 años alternando la categoría de aficionado y profesional. Participó en mundiales, campeonatos de España, de Euskadi y Guipúzcoa, ganando estos dos últimos en varias ocasiones.
En esos años entabló amistad con Marotias con el que colaboró y aprendió el oficio de mecánico de alto nivel. Marotias gozaba en aquellos años de gran prestigio internacional como constructor de cuadros.

En el año 67 abandona la competición para dedicarse a su familia. Es aquí, en silencio, como su figura crece ya que la dedicación al ciclismo continúa de forma casi clandestina. Arreglando bicicletas en un desván, luego en una bajera, consigue atraer a numerosos ciclistas que le serán fieles. Modesto Urrutibeazkoa, profesional con el equipo Teka, será uno de estos ciclistas. Modesto anima a Pablo a formar lo que ahora conocemos como Arsuaga Bicicletak.

En el año 74 y con la familia ya formada reanuda la competición, ahora en veteranos: Es aquí cuando de verdad disfruté, podía ir a las carreras en mi propio coche y había menos presión. En esta época gana muchísimas carreras, siendo campeón de Guipúzcoa y de Euskadi varias veces, también obtiene el título de mejor deportista de la Villa de Tolosa. Pablo Arsuaga pertenece a una época de grandes dificultades, donde todo estaba en contra pero a pesar de esto consiguió que aquello que llenaba su vida, el ciclismo, fuera el eje de ella. Para los que todavía nos sigue resultando difícil salir adelante, para los que también lo tenemos todo en contra, es bueno recordar a pioneros como Pablo.

 

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